sábado, 25 de abril de 2009

Tradición y espectáculo.


El viernes se celebró en el Auditorio de Barañain, una población que se junta con Pamplona, una fiesta rociera en su teatro. Allí se juntaron la tradición junto con el arte venido de Huelva de manos del llamado "Hijo del viento", Manolo de Huelva y su grupo musical de clarines, tambores, un violonchelo y hasta un txistu, la flauta más antigua de tres agujeros reconocida en España y seguramente en Europa.

El bailaor Tato junto con el grupo de Sandra Gallardo- que enseña a mi sobrina de casi 11 años sevillanas- y sus alumnas de varias edades amenizaron la velada mientras la gente se extasiaba con el buen hacer de los músicos y sus instrumentos de viento y cuerda.

Al finalizar la velada salió el coro rociero de la Sociedad Rociera "La Blanca Paloma" entre los que se encontraba mi madre. No es que cante mucho, pero algo hace, aunque sea bulto,ja, ja... Menos mal que ella no lee esto.

El fin de fiesta fue un apoteósico canto de la "Salve Rociera" incluido el público, las flautas sonando y las bailaoras y el Tato bailando como si de una velada del Rocío entre amigos del peregrinaje se tratase.

Aunque hay tradiciones que me asfixian, reconozco que me gustó el espectáculo con gente profesional y gente aficionada; gente del sur y gente de Navarra que han gustado de unirse a una de las fiestas más conocidas y emblemáticas de España; aunque los Sanfermines siguen en primer lugar les fastidie a los falleros de Valencia, los sevillanos y su pronta Feria de Abril, y a los que hacen el camino rociero como el de Santiago.

Hemingway vendió bien la fiesta navarra.

De todo esto se saca una cosa... El arte a veces no es cuestión de profesionalidad, sino de ganas de divertirse y hacer divertir a los demás. Cuando dejas de soñar con el aplauso, dejas de ser artista.


Guiomar Velasco.

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